La sacarina no está relacionada con el cáncer, la ciencia lo desmiente

Los edulcorantes son sustancias que llevan desde hace años en el punto de mira de los consumidores, siendo la sacarina uno de los edulcorantes más polémicos.

Su supuesta relación con el desarrollo del cáncer viene de lejos, y ha sido el principal motivo que existe detrás del rechazo general hacia este tipo de compuestos.

En el post de hoy veremos por qué la sacarina no está relacionada con el cáncer, y de dónde viene el temor poblacional hacia este edulcorante en concreto. 

¿De dónde viene el temor hacia la sacarina?

Probablemente, el rechazo hacia la sacarina ha sido uno de los primeros bulos alimentarios que hemos vivido en la época pre-Internet.

La supuesta relación de la sacarina con el desarrollo de cáncer procede de algunos estudios científicos realizados a principios de la década de los años setenta, donde se concluyó que la sacarina incrementaba la formación de cáncer de vejiga en ratas.

Los estudios en animales no son concluyentes

Como ya te hemos contado en varias ocasiones, aunque los estudios realizados en animales permiten establecer ciertas conclusiones hacia la salud, no quiere decir que esos resultados vayan a producirse de igual forma en modelos humanos.

Precisamente, este razonamiento fue el que sirvió para desmentir la relación de la sacarina con el cáncer en humanos allá por los años noventa, y para retirar a la sacarina en el año 2000 del Informe sobre Carcinógenos del Programa Nacional de Toxicología de EE.UU.


De hecho, la sacarina aparecía desde el año 1981 en este informe como un carcinógeno humano, contando con un grado de confianza razonable. Sin embargo, los estudios de epidemiología humana mucho más robustos no han demostrado que exista evidencia firme de que la sacarina esté relacionada con la incidencia de cáncer de vejiga.

La ciencia avanza y nos permite mejorar las recomendaciones

El ejemplo de la sacarina es perfecto para entender cómo la evolución de la investigación científica sirve para corregir y mejorar conceptos y conclusiones arrojadas con anterioridad. 

Por desgracia, esto también provoca que la población adquiera una serie de conocimientos y dogmas negativos que con el paso de los años van a seguir existiendo, siendo muy difícil su erradicación.

La ciencia siempre está en constante cambio, y como tal debemos entender sus mecanismos y estar dispuestos a aceptar las posibles modificaciones que sucedan en torno a recomendaciones de salud a lo largo de los años.

Bibliografía

CONTENIDO RELACIONADO

ÚLTIMOS VÍDEOS

VER MÁS VÍDEOS