Nuevos descubrimientos en el estudio de la COVID-19 permitirán proteger a los enfermos de cáncer

La dura batalla a contrarreloj que la población humana está librando contra la pandemia global del coronavirus se está haciendo larga, por desgracia, para la mayoría de nosotros. Al ser el tema de moda del momento (por causas de fuerza mayor, obviamente), el número de investigaciones asociadas al virus está en pleno auge, y conforme pasan los meses y nos van llegando los resultados vamos encontrando curiosas relaciones entre la COVID-19 y otras enfermedades distintas.

Como no podía ser menos, los investigadores que dedican su trabajo al estudio del cáncer también están haciendo una gran labor, ya sea identificando las posibles interacciones entre el coronavirus y el cáncer, como tratando de planificar los cuidados de las personas que están en tratamiento por el mismo, y que debido a la lenta pero inexorable saturación de los sistemas de salud pública pudieran resentirse. Incluso se están tratando de encontrar sinergias positivas entre algunos medicamentos destinados al tratamiento del cáncer y la medicación que requieren algunos pacientes de la COVID-19 en relación con determinados síntomas, como ya hemos hablado en algún artículo anterior.

La mejor estrategia de defensa es la prevención

Unos investigadores ingleses parecen haber descubierto que las personas que llevan más de dos años sufriendo cáncer son más proclives a sufrir una forma severa de infección por COVID-19, con respecto a los que llevan menos de dos años con cáncer desde que se lo diagnosticaron y a las personas que no sufren cáncer.

El estudio, que se llevó a cabo en el King’s College de Londres y en la Fundación Trust de Guy’s and St Thomas, entre febrero y marzo de este año y gracias al apoyo de NIHR Guy’s and St Thomas’ BRC, se realizó tomando como muestra a 156 personas con síntomas en las que se había confirmado la infección por coronavirus. Se comprobó que el 18% de dichos pacientes estaban sufriendo una versión grave de la enfermedad, y con esa submuestra se procedió a analizar qué características clínicas y demográficas podrían estar influenciando la aparición de los síntomas graves de la enfermedad asociada al virus.

Los resultados obtenidos parecían mostrar que, efectivamente, existen algunos factores que aumentan el riesgo de padecer la versión peligrosa de la enfermedad. Entre otros, el pertenecer a una etnia asiática, padecer disnea, tener altos niveles de la proteína-C reactiva o el llevar padeciendo cáncer durante más de 24 meses.

En resumen, estas conclusiones parecen subrayar la importancia de seguir haciendo estudios con muestras mayores que las confirmen de forma contundente, con el objetivo de desarrollar estrategias adecuadas para el cuidado y especial protección que los pacientes oncológicos requieren a diario. Así, en un futuro, se podrá reducir la sinergia entre las dos enfermedades al máximo, minimizando las visitas al médico y proporcionando una mejor calidad de vida a los mismos.

Bibliografía

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